La casualidad no existe, es el nombre que le damos a
lo inesperado. Íbamos a hacer gestiones, centro ciudad y justo, cara de
ventanillas. Al regreso dimos con La Bruja Omkara.
No soy precisamente el tipo simpático, si no el
observador. Me gustó mucho que hubiera exposición de arte y artesanía, de
fotografías. La sensación de un lugar con futuro y abierto, algo bastante
inusual en la ciudad en que vivo hace años y sobre la que sigo pensando lo
mismo: anquilosada, deja pasar su enorme potencial.
Las personas de La Bruja Omkara no sólo ofrecen un
lugar en el que predomina la madera, el ladrillo y la sana imaginación. Son
también apreciados por sus intercambios de idiomas, su impresionante menú
diario y su imaginación creativa.
Siempre corteses, afinados y afectuosos: Inma y
David. Pero Andreas Phillidor, un Gran Maestro de ajedrez del siglo XVIII,
escribió: “Los peones son el alma del juego.” Nada sería posible sin Carmen,
Sara y Victoria, en la cocina y la barra. Ni sin Rocío, Colin y Alec. Intercambios de idiomas.
Me felicito por el azar que nos llevó hasta La Bruja
Omkara, e invito a residentes y caminantes a darse una vuelta. No quedarán en
modo alguno defraudados.
Thorongil.
La velada perfecta no existe, simplemente porque si así
fuera, dejaríamos de buscar. Bajamos del urbano, con la hora pegada en el culo,
mañana planeada de papeleos y compras y sin tiempo para nada más.
Pasas por delante y te detienes, miras, metes la cabecilla y
das un vistazo al interior: algo te invita a volver después de todo lo
oficial.
Fuera en la puerta se queda todo lo que no sea reír y
disfrutar de la vida, te tomas algo y miras alrededor: exposiciones,
conciertos, cultura, intercambio de idiomas, buenas tapas y una carta muy
diferente y apetecible.
A David e Inma darles las gracias por su trabajo, por su dedicación y su mimo hasta en el último detalle con los clientes y, como no,
con sus compañeros.
A Carmen, Sara y Victoria miles de gracias por sus sonrisas y
por el interés que ponen en todo lo que hacen para que te sientas en casa.
A Rocío por su tiempo y simpatía, y a los compañeros y
compañeras del intercambio de idiomas por hacer de la tarde de los viernes algo
diferente.
Un lugar para todos, donde todo lo bueno tiene cabida, donde te
sientes único y deseas volver para vivir otra nueva aventura para el paladar y
el alma.
Leonor