Las rodillas echadas abajo, pantalones cortos y día de calor
de verano, una carretera de grava y arboles flanqueándola donde más de una vez ha hecho diana. Respiración profunda y la pierna que está en
el suelo con impulso entra en el pedal y
una tras otra pedalada deja de ser viandante para ser ciclista.
Aquel curso se acabó con la selectividad: en dos o tres días
todo el futuro se decidía, nervios, hincar codos, notas, alegrías, decepciones
y en septiembre un nuevo lugar, nuevas amistades, nuevos retos, atrás queda la
adolescencia y delante años de cambios, de elecciones. Una puerta se abre a ese
mundo menos pequeño.
Ayer fue el último día de vacaciones obligadas, antes un par
de trabajos de oficina y otros de calle y pateo, otros que no se mencionarán en
la vida laboral. Hoy un café, un beso y trabajo desde casa. Meses de
planificación, de miedos por volar en soledad. De noches sin dormir, pero si no
lo haces siempre quedará el miedo de preguntarnos qué hubiera pasado si lo hubiéramos
hecho. Una primera llamada, las primeras visitas a la página web. El vértigo de
los primeros días, y de los que vendrán. Ahora tendrá la respuesta.
Todos están sentados, se escuchan murmullos, alguna tos. La
gente espera que la puerta se abra y comience la charla. Nervios, escucha sus pasos
en el pasillo. Rememora algunos consejos de no mirar a nadie en especial, el de
imaginarse a todo el mundo desnudo. Toma
aire y entra en el salón, saluda con una sonrisa y comienza su charla.
Me llamo... y quiero compartir con todos vosotros mi
experiencia.
A partir de ahí las miradas se fijan en quien les habla y sabe
que sus palabras no dejaran a nadie indiferente, cambiará vidas, despertará en otras personas la duda de dar
el paso y dejar el miedo atrás.
Hace un mundo que salió con alguien por última vez, desde
entonces han pasado muchas cosas. Duda en anular la cita. La casa está en
silencio, fuera llueve. Se escuchan los pasos de Bogart. Mueve la cola y cuando
se agacha le lame la mano. Se mira al espejo por última vez. Una eternidad, coge
el abrigo y el paraguas cierra la puerta y llama al ascensor, mira el móvil y
piensa en cosas cotidianas. Llega justo a tiempo, cierra el paraguas y entra en
la cafetería. Se alegra de haber ido.
El miedo es un buen aliado, pero podemos convertirlo en nuestro peor enemigo.
Imagen propia, bajo la misma licencia de el Blog.
!Que estupendo relato!. Con cuanta maestría has descrito las situaciones en las que los miedos aparecen en nuestra vida. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Ambar, creo que el miedo nos acompaña en muchas ocasiones y al final es hasta un poco mas fácil vencerlo escribiendo sobre él. Buena semana y un abrazo.
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