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lunes, 28 de marzo de 2022

Minchal Made: compresa higiénica

 

Compresa higiénica negra e instrucciones.


Siempre que visitamos el Ecomercado ya sea el de sur o el de norte nos llevamos gratas sorpresas, por encontrarnos con amigos, por la compra de proximidad, y la buena calidad de de verduras y todo lo demás.

Esta vez allí estaba Lucrecia con su puesto. Había escuchado hablar de este tipo de productos y leído algunos artículos sobre el ahorro de dinero, y menor creación de residuos que supone usarlos. 




Lo que hasta ahora me había frenado a  comprarlos era la duda si la compresa en sí tendría capacidad suficiente de absorción. 

Por lo que teniéndola delante, me decidí por la de noche que es la que más absorbe y más tiempo puede llevarse. La he probado en casa y puedo decir que sí, que te mantiene seca y se adapta perfectamente a la ropa interior y es fácil de lavar.

Está hecha con materiales ecológicos y algodón entre otros y los imanes aguantan bastantes lavados. 




Por lo que  os animo a que si vivís en Granada y pasáis por el Ecomercado, le hagáis una visita a Lucrecia que es muy amable y profesional y os explicará con todo  detalle, también os dejo su página de internet donde podéis resolver todas vuestras dudas, saber más y comprar, claro. 


Imágenes propias y cedidas por Lucrecia. Gracias por todo. 








domingo, 6 de marzo de 2022

Algunas veces sale bien. O eso crees.



A veces piensas, dejas de pensar y te sale bien. La película era de estreno, pero el cine no. No resultaba llamativa, o no lo bastante como para una sala enorme, céntrica y señorial.

Observaba, esperando. Cinco adultos. Entraron y me colé entre ellos, mientras el portero -con infinita calma- iba cortando sus entradas. De ahí a las cortinas rojas de acceso, y dentro. 



No me había colado por que sí. Mi paga semanal incluía una cantidad para una sesión de matiné que yo nunca perdonaba. Pero la película era para mayores de dieciocho, estábamos en 1975, yo tenía todavía trece y aparentaba menos. No eran tiempos de bromas.

Había leído un comentario sobre la cinta que iba a ver. No entendía muchas cosas, pero se me había metido en la cabeza como una obsesión. Ya se que cuando se habla de una película jamás hay que destriparla ni hacer anticipaciones. No voy a hacerlas.

Cuando salí sí me vio el portero, pero ya era tarde: yo corría como un gamo, y no iba a perseguirme.

Era enero, hacía frío, la tarde era gris. O el mundo se había vuelto gris, amenazador, pavoroso. Aquel día todo cambió, y yo cambié para siempre. Por supuesto, con las luces y la poca madurez que se tienen a los trece años, ya.

El cambio climático devorador, la deshumanización sin ambages, la desigualdad irracional, la vida como moneda de cambio, el poder sin ética, la mentira institucionalizada, la mujer como mero objeto, la locura de las sociedades. Todo estaba ahí, en una película de 1973 que jamás fue exitosa en su día. Estaba ahí como en una lúcida profecía. ¿Lo he dicho? Me cambió para siempre. Parte de lo que he sido y soy se lo debo a haberme colado en un cine y que no me trincaran.

La película era Soylent green, o (título español) Cuando el destino nos alcance.


También tuve pesadillas.


Para quien quiera saber más, o verla:

https://es.wikipedia.org/wiki/%C2%A1Hagan_sitio!,_%C2%A1hagan_sitio!

https://www.youtube.com/watch?v=YPNRAXUCiz4