Protected by Copyscape Duplicate Content Detector

jueves, 27 de marzo de 2014

Historia de la lejía, el jabón y la colada.



Jabón, lejía y colada son asuntos milenarios. En tablillas de barro cocido mesopotámicas aparece ya la palabra jabón designando aquello que se fabrica, vende y compra para lavar ropa y para el aseo personal. Lo fabricaban también los egipcios, los fenicios, el 'mundo civilizado' de hace unos tres mil años. Una de aquellas recetas sobrevive hoy, el llamado 'Jabón de Alepo'.

Jabón y lejía eran entonces sinónimos. La lejía era un producto obtenido de la mezcla de ceniza de árbol (que contiene carbonato de sodio) y agua caliente. Se dejaba reposar, se decantaba, y resultaba un líquido jabonoso al tacto, adecuado para quitar manchas y limpiar las ropas.

Los griegos la llamaban konis (polvo, ceniza), de donde proviene el latín cinis. Los romanos usaban el nombre de aqua lixivía (agua colada) de cenizas. 

Lavar la ropa, o 'hacer la colada' era un proceso tan duro como largo. Las prendas se separaban: blanco o color, materiales resistentes o delicados. En primer lugar había que quitar las piezas funcionales o decorativas (pasadores que hacían las veces de botones, todo lo cosido o susceptible de romperse). La ropa separada se llevaba al río en principio: más tarde a la acequia, y hasta tiempos muy recientes al lavadero público. Lo delicado se enjabonaba en una artesa de madera semejante a ésta. La ropa más


resistente y la blanca eran enjabonadas y restregadas sobre piedras, con la ayuda de una pala de lavar hecha de madera.


La ropa enjabonada volvía a casa para la colada propiamente dicha. En unas grandes tinas de barro llamadas cuezos, con una espita inferior para desaguar una vez terminado el largo proceso


iban colocándose capas de ropa (por separado, de nuevo) intercaladas con cenizas. Una vez lleno el cuezo, se tapaba la espita y se llenaba de agua hirviendo -en el caso de ropa blanca- o lo más caliente posible para la demás. Se dejaba así toda la noche.

Al día siguiente se recogía la lejía o agua de cenizas (o detergente líquido, después de todo) que se guardaba para lavar las escudillas, platos, jarras y enseres de cocina. También para fregar el suelo.

La ropa volvía al río para enjuagarla perfectamente:  luego se ponía a secar al sol, para blanquearla. Aún sin acabar el secado se llevaba con cuidado otra vez a la casa donde terminaría de secarse. Ya seca, se reponía todo lo descosido previamente, se doblaba y se guardaba en el arca. 

Una colada venía a durar entre cinco días (con sol y buen tiempo) hasta el doble si había humedad, era invierno o llovía. 

Sobre el jabón de Alepo, la lejía de ceniza y otras recetas milenarias volveremos. Saber no ocupa lugar.


Imágenes: Wikimedia Commons.

miércoles, 26 de marzo de 2014

A más intermediarios más hurtos (I)



Con dos décadas de experiencia en el mundo de mercados y tiendas de ultramarinos, grandes superficies y un largo etcétera como compradora…

Me ha apetecido hacer una pequeña reflexión sobre este mundo y algunos trucos para poder acercarse a las tres bes, de bueno bonito y barato.
No voy a entrar en temas de marcas comerciales ni qué compañías  son mejores ni peores, ya que eso depende mucho de cada persona.

Pero si diré que estoy a favor de hacer las compras en tiendas de barrio o de pueblo, ya que mueven  la economía y dan más riqueza, porque  es reinvertir el dinero en nuestros vecinos y amigos, y en nosotros mismos.

Carne, pescado, fruta y verduras: huimos de las grandes superficies y nos decantamos  por los negocios que se dedican a ello, el género es mejor, más fresco  y en raras ocasiones dan gato por liebre.

Aquí hay puestos callejeros, sobre todo de fruta, y en el pueblo en el que crecí los jueves había y sigue habiendo mercado, en el que se puede encontrar de todo un poco y a precios bastante asequibles.

Por lo que el día de mercado comprábamos para toda la semana ahorrándonos un dinero y sabiendo que quien vende son los mismos productores, menos intermediarios. Como dijo el rabí Akiva: “ A más intermediarios más hurtos”.

Hay quien por vivir en el mundo rural o porque su núcleo de población esté muy cerca de lugares en los que hay huertos y tierras de cultivo puede comprar a los agricultores, o tiene amigos o conocidos que siempre venden a muy bien precio y acaban obsequiándonos con algo.

Si nuestro mundo son las grandes superficies o los supermercados de barrio aquí dejo un par de ideas que nunca están de más.

Mejor ir con el estómago lleno, y con una lista en donde hayamos anotado todo lo que vamos a comprar, y con la idea   de qué se necesita.  Sabemos que siempre se nos olvida algo, pero ir sin lista puede ser una catástrofe ya que si normalmente uno se trae media tienda, es posible que sin lista nos traigamos más de lo que necesitemos.

Si vamos de compras con niños y son pequeños, tomarlo como un juego, que ellos mismos lean la lista, busquen lo que hay que comprar, y hasta con premio al final por haber hecho una buena compra. 

Es  más educativo y menos problemático que el si te callas…. Si te portas bien…. Te compraré… Así se crean costumbres y malos hábitos que luego solo llevan a conductas no deseadas.

Si la compra es con la pareja, con amistades o hijos más mayores, tomarlo como un tiempo para pasar juntos, para hacer planes, resultará menos pesado  e incluso tiempo aprovechado.

En cuanto a la compra en sí, mucho cuidado con ofertas y con lo que se compra, mirar muy bien envases, precios y si hace falta usar calculadora: no hay vergüenza.

Con los productos que vienen en cantidades contables y nos encontramos con varios precios, pararse un momento y cerciorarse que se compra lo que se quiere, que aquí muchas veces sí  dan gato por liebre.

Un ejemplo muy frecuente es el del papel higiénico o los pañuelos de papel. Una marca te regala 4 o 6 paquetes de pañuelos, pero ese regalo ya va incluido en el precio al que se vende.

Cuidadito con esas palabras de regalo, oferta… que en ocasiones pueden ser muy engañosas.

Creo que por esta vez está bien un primer paseo por mercados, y otros lugares: lo que queda lo dejo para otra ocasión.

Que ustedes lo compren bien.

Fuente imagen: Propia misma licencia que el Blog




jueves, 20 de marzo de 2014

El no de las niñas



Es difícil encontrar un equilibrio en nuestras vidas, sobre todo cuando tenemos miles de pensamientos y cosas que hacer.

Queremos conciliar vida familiar con trabajo, con los amigos y si  tenemos hobbies, la cosa puede llegar a complicarse más que un trabalenguas.
A veces establecer prioridades y ver qué va primero resulta casi una misión imposible.

 Con el tiempo me he dado cuenta que hay  una palabra a la  que muchos  tenemos pánico, o más aun, asumimos que es una respuesta que producirá en los demás decepción y rechazo.

Cosa muy aprovechada por muchas personas para conseguir sus propósitos, sean cuales sean. Los vampiros emocionales son un buen ejemplo:   amistades reales o virtuales pueden estar horas y horas en una conversación inexistente,  un monologo eterno sobre sí mismos. Esperando que se les dé la razón, y reforzando que nadie sufre más desgracias.

La vida es una continua fuente de experiencias, y un no a tiempo nos permitirá conservar esa energía que tanto nos hará falta.

Las relaciones laborales son un tema delicado y más en estos tiempos.
 Solo diré una cosa se trabaja para vivir y nunca se vive para trabajar: podemos perdernos muchas cosas que nunca volverán.

No es cosa fácil aprender a decir que no. Hay mucho material sobre esto en la red, en buenos libros, o en cursos sobre psicología que pueden ayudar. Pero hay dos cosas que hay que tener muy en cuenta.

 El tiempo y la constancia: no todos necesitamos lo mismo para interiorizar nuevas conductas y hábitos de vida. Ante todo es importante la constancia, nunca rendirse porque salió mal.

 Está bien ver cuáles fueron los motivos y en qué fallamos para intentos que hagamos en el futuro.

En casa, con  nuestra pareja o con familiares e hijos, es importante decir que no, ya que se logra poner límites que nos permitirán libertad y una mejor calidad de vida.

En un principio seguro que nos llevará tiempo, pero el resultado merece la pena.
Seguro que así también aprenderemos a valorar más y mejor el sí que también es una bella palabra. 

Fuente Imagen: Encontrada en Internet.


miércoles, 19 de marzo de 2014

La huerta en un metro cuadrado de balcón. Germinar plantas sin semilla.



Zanahorias, puerros, ajos, apio, lechuga, col, cebolla...hasta piña. Más o menos, el asunto es el siguiente: si no te lo comes todo, o si 
dejas que salga algún brotecillo, incluso buscándolo a conciencia como suele pasar con las coles...


De cada trocito puede salir una o varias plantas nuevas. El formato casero de la clásica oferta 'Llévese una y le regalamos otra'. Hasta más de una. Mirad bien los enlaces, no tienen desperdicio.





http://www.sindinero.org/blog/como-germinar-una-zanahoria-sin-semilla-video/

http://www.veoverde.com/2014/02/como-germinar-un-puerro-sin-semilla/


Imágenes: Wikimedia Commons. 
1. Zanahoria, en este caso silvestre.
2. Flor de la zanahoria.


miércoles, 12 de marzo de 2014

La cuaresma ya llegó: Tagliatelle con verduras.


Están siendo días bastante duros por estos lares por motivos personales, por lo que no apetece mucho entrar en la cocina y dejarse invadir por las musas.

Esta vez os traemos un plato rápido, barato, y sano: pasta y verduras para la cuaresma y la salud ni que ni pintadas.



Tenemos sobre la barra: Pasta fresca, champiñones, pimientos de tres colores (verde, amarillo, y rojo), calabacín, tomate natural o frito de bote, cebolleta, puerro y queso rallado.



Picamos toda la verdura en trozos muy pequeñitos y ponemos a calentar agua para cocer la pasta.



Pochamos la verdura a su amor con un poquito de aceite de oliva  y una pizca de sal.


Cuando la verdura esté pochada le añadimos el tomate y la dejamos que siga haciéndose poquito a poco mientras ponemos la pasta en el agua en ebullición. El tiempo de cocción  es muy relativo. La pasta fresca se hace antes, en el paquete de la nuestra pone 5 minutos. Nosotros la hemos dejado la mitad, pero eso ya depende de cada paladar.



Ya solo queda servir y emplatar y si gusta ponerle un poquito de queso rallado por encima.

Que siente bien!!!!









La bolsa de las hierbas: Hinojo.




El hinojo (Foeniculum vulgare) es una umbelífera que crece de modo salvaje al borde de los caminos, en campos no cultivados, y cerca de la costa. Fácilmente reconocible por sus pequeñas flores amarillas, sus bulbos comestibles y un olor un poco picante. En cocina suelen usarse los frutos, llamados popularmente 'semillas'.



Uso interno:

Digestiva, tónico estomacal, ayuda a expulsar las flatulencias. También combate la inapetencia. Se prepara en infusión con 5 gramos de semillas por taza de agua. 

Reduce el nivel de colesterol en sangre por su contenido en ácido ascórbico, oleico y linoleico, así como de magnesio y calcio. Para este uso se toma en infusión de flores secas, una taza media hora antes de las comidas.

Antioxidante (contiene también alanina, triptófano, metionina e histidina), especialmente las semillas en infusión. Es conocida desde antiguo su relación con la anemia: las semillas son muy ricas en hierro. En libros de herboristería centenarios aparece ya la maceración de 15 gramos de semillas secas en un litro de vino blanco. Se deja reposar semana y media, se cuela, y se recomienda tomar un vaso antes de comer.

El hinojo es un potente diurético natural, adecuado como complemento en dietas de adelgazamiento y enfermedades reumáticas. Se prepara una decocción en un litro de agua del bulbo fresco. Ha de tomarse un vaso tras cada comida.


Uso externo:

Relajante. Una infusión de dos litros de agua con 50 gramos de semillas vertida en la bañera ayuda a relajar el cuerpo y facilita el sueño.

Tónico capilar: Fortalece la raíz de cabello frotarse con una infusión de hojas secas.

Halitosis o mal aliento: masticar unas semillas después de las comidas.



Imágenes Wikimedia Commons.

sábado, 8 de marzo de 2014

Mar y monte.




Esta vez  venimos con una receta más discreta y muy apetitosa,  calamares rellenos de jamón.



Los ingredientes a utilizar son: calamares, jamón serrano, ajos, limón y mandarina, perejil y pimienta, optativo también un dedo de brandy o vino para guisar.

Se limpian bien los calamares, reservando las patas. Dentro de cada calamar se pone un trocito de jamón y sus propias patas como tapón.
Se pica el ajo, y el perejil. Se les pone por encima junto con el zumo de la mandarina y el del limón, la pimienta recién molida y el vino o  brandy.




 Se deja que repose para que tome los sabores de lo añadido. No le hemos puesto sal ya que el jamón  la lleva. El brandy o el vino lo hemos añadido para que estuvieran más tiernos.
Se pone una gota de aceite en una sartén y se asan con el jugo de la maceración.



Ya solo queda emplatar y elegir una guarnición. Nosotros le pusimos un tomate pequeño.




Que aproveche.


Imágenes propias bajo la misma licencia del blog.  




martes, 4 de marzo de 2014

La boya de la cisterna, el latiguillo...cómo evitar una inundación.




Una cisterna que dice 'hasta aquí hemos llegado'.  La boya parece del Imperio Antiguo, el espárrago (ese tubo blanco, a la izquierda) se cae, el agua sale descontrolada, y amenaza con bloquearse el sistema completo: inundación.

No pasa nada. Primero y fundamental, cortar la llave de paso general del agua, y para más seguridad...




cerrar también la del latiguillo que va a la entrada de agua. Por si acaso, veámoslo en detalle:




Justo esa llave de paso. Sólo tiene dos posiciones. Conviene recordar que 'izquierda es aflojar, o abrir; derecha es cerrar, o apretar'. Está plana, girada a la derecha. Cerrar. Así no nos caerá agua cuando desmontemos el latiguillo para sacar la vieja boya y a sus viejos compañeros.





Desenroscar (hacia la izquierda) la tuerca. Ya se que no es una llave inglesa. Es un cascanueces. Si el presupuesto no llega para una caja de herramientas, todo el mundo se vuelve muy listo y ve sustitutos en los cajones, buscando.





Ya está suelto el latiguillo y no cae ni gota de agua, porque antes cerramos la llave de paso general del agua y también la de la cisterna. Vamos bien.



Aquí mi santa retira la boya vieja (mal aspecto, ¿eh?)...Y nos vamos a comprar una nueva, modelo estándar. 5.60 euros. Ánimo. Por ese precio, el fontanero ni viene.




Una boya nueva recién sacada de su plástico. Hay que tener en cuenta un par de cosas importantes. La longitud de la varilla metálica (si miráis las imágenes de arriba, la vieja era más larga) y el grosor del polispán. Si roza la pared de la cisterna, no funcionará. Se soluciona cortándole una rebanada con un cuchillo de sierra grande, de los del cortar pan. Y para 'estirar' la varilla metálica...



Hay que aflojar (izquierda) ese tornillo, tirar suavemente de la varilla y cuando esté del largo que nos interesa, apretarlo de nuevo (derecha).


En éste caso, la rebanada cortada a la boya de polispán es así: objetivo, que no roce en la pared interior de la cisterna.

Ahora se trata de repetir todo el proceso a la inversa. Colocar la boya, enrroscarla al latiguillo sin olvidar dejar por dentro de la cisterna el aro de goma que trae, y por fuera la junta de plástico.


Así queda. Por orden abrimos ahora la llave general de paso, y la de la cisterna. Se llena. Funciona. Y si queréis rematarlo mejor, controlando cuánto se ha de llenar la cisterna (ahorro de agua), hay un segundo tornillo...


Ese pequeño tornillo de la parte superior. Ajustándolo (más o menos apretado) controláis la inclinación de la boya, es decir, cuánto va a llenarse la cisterna. A media carga es una buena idea. La factura lo notará.

Ahora, si queréis, podéis calcular una hora y media de trabajo, desplazamiento, materiales...y pensar en que tampoco era el fin del mundo: ya sabéis hacerlo, y acabáis de ahorraros una pasta. 



Imágeness propias de la avería y su resolución el 4 de marzo de 2014. Bajo la misma licencia del Blog.

domingo, 2 de marzo de 2014

Desde Rusia con Stroganoff


Este fin de semana carnavalero que por estos lares ha llovido y hecho humedad y frio, nos decidimos  a tunear una receta que viene de las rusias profundas o más allá, según cuentan fue inventada por un cocinero francés del siglo XIX que servía a un conde ruso.

Carne a la Stroganoff con guarnición, nosotros  elegimos pasta. Hay quien le pone arroz, verdura, o patatas eso ya a gusto de quien cocina y come.

La carne que utilizamos fue solomillo de cerdo, que se ajustaba a nuestro presupuesto. Quien quiera puede hacerla con carne de vaca, o,  como en la receta original, carne de buey.

Los ingredientes: cebolletas, champiñones, pepinillos, yogurth griego, vodka, bayas de enebro,  pimienta rosa, mostaza de Dijon a la antigua, y pasta.








Ponemos una sartén con un poco de aceite de oliva y sellamos la carne de cerdo. La sacamos, manteniéndola caliente.


La cebolleta se pocha, y cuando lo esté  añadimos los champiñones y el vodka, dejando que  reduzca.  Una vez reducid0 añadimos la carne. 


  Mientras tanto se cuece la pasta.
 Por otro lado mezclamos el yogurth con pepinillo picado, la mostaza,  las bayas de enebro, sal y  pimienta rosa. Por último, lo  añadimos a la carne.




Para emplatar se pone un poco de pasta recién cocida como cama y sobre ella la carne y la salsa.


Buen provecho!!


Fuente Imagenes: Propias, misma licencia que el Blog.