Protected by Copyscape Duplicate Content Detector

jueves, 29 de junio de 2017

Ajoblanco.







Para el calor sin misericordia tenemos dos variedades de lo que se suele llamar gazpacho. El que ahora nos parece más común, con base de tomate, y la versión antigua: el ajoblanco.

El gazpacho rojo, el de tomate, es conocido en todas partes. Sin embargo se trata de una receta casi de anteayer, que no encontramos en ningún recetario antes del siglo XIX. El tomate tuvo mala prensa desde que llegó de América. Popularmente se consideraba una planta venenosa. O sospechosa. En principio era cara, por supuesto. No se fiaban de él.

Sin embargo, el ajoblanco tiene solera. Romana. Era entonces un plato común, tanto en su  variedad modesta y popular, con base de harina de habas secas, como en la versión que hoy solemos consumir y que entonces pocos podían permitirse, o no a diario: la de almendras.

Existen variedades infinitas. Aquí tenéis una:

Necesitamos cien gramos de almendras crudas y peladas, la misma cantidad de miga de pan duro, agua muy fría, aceite de oliva virgen, sal, pimienta, entre uno y dos dientes de ajo, y unas uvas. Variedad, la que prefiráis.

La miga se remoja en agua helada. Se añaden las almendras, los ajos, el aceite, la sal y la pimienta. Batidora hasta conseguir una sopa muy blanca con una ligera textura, nunca aguada. De ahí a la nevera.

Se consume muy frío, decorado con unos granos de uva. También existen variantes a la hora de decorar, de modo que imaginación y probadlo. No os defraudará. 



Wikimedia Commons.

4 comentarios:

  1. En alguna parte había oído que el gazpacho era una receta usual de las tropas romanas y que lo preparaban en cualquier lado, en sus largas caminatas. Sin embargo, ¿cómo podía ser eso posible si no había pimientos ni tomates que robar de los huertos junto a los caminos? Ahora tengo la respuesta...
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Imagino que habías leído sobre la posca, la bebida 'de cantimplora' cuyo contenido en vinagre ayudaba (en serio) a evitar males mayores a la hora de consumir aguas dudosas. Luego alguien pensó mejor en asuntos prácticos, para eso los romanos se daban maña. Los legiatas curraban. Caminos, desbroces, puentes. Con vinagre y agua te caes redondo, traer suministros lleva su tiempo, hay que hacer algo. Llamas al cocinero, le das pan duro, aceite, harina de habas y lo que pilles cerca. ¿Cebollas, algo verde? Venga. Que no se nos desmayen que nos meten un puro si no está hecho todo cuando llegue el que viene a caballo y anota y se chiva. Claro que nadie contaba cosas tan banales. Ahí está el ajoblanco. Pruébalo en versión uvas y almendras y alguna lindeza (lo que le servían al oficial en cuenco de terra sigillata). Buen finde, Carmen. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. La verdad es que es delito que todavía no lo haya probado, de este verano no pasa. Tenemos que hacerlo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Vale. Igual hasta hacemos un puente XDDDD

    ResponderEliminar