Lo realmente importante es que los pimientos sean de calidad. El resto será justo esto: restos convertidos en otra cosa.
En este caso concreto teníamos un trocito de bacalao guisado con tomate y patatas, y una muestra (literal) de judías blancas de las buenas, cocidas. Tras asegurarse de que no quedan espinas, se trituran juntas las tres cosas.
Se pone a calentar muy lentamente la mezcla. Mientras tanto, con (otros) pimientos de piquillo, su jugo, unas gotas de aceite, sal y pimienta se elabora una salsa de pimientos, que es eso mismo bien conjuntado y pasado por la batidora.
Se rellenan los pimientos que habíamos apartado con la farsa de la que hablamos más arriba. Se ha de hacer despacito, intentando no romperlos y que queden con buen aspecto.
Finalmente, se calientan en la salsa. Servidos en cazuelitas de barro quedan bastante estéticos.
Para resumir, hemos usado un bote de pimientos, varios restos, diez minutos de gas y (si se desea, es optativo) unas rebanadas de pan tostado para no dejar nada sin rebañar. Y no es porque lo diga yo, pero estaba buenísimo.
Imágenes propias, bajo la misma licencia que el blog.
Mmmmm Qué pinta
ResponderEliminarSe pueden rellenar con cualquier cosa (otra ventaja). Muchas gracias por tu comentario, Nieves.
ResponderEliminarUna buena manera de aprovechar los restos. Tienes mucha imaginación.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Ambar. Imaginación tenemos, mucha, es cierto. Aparte del viejo y sabio refrán: "La carencia agudiza la inteligencia" XD
ResponderEliminar